martes, 11 de diciembre de 2012

Escrito de Gabriel Celaya "El retrato del Residente"


La forma sutil e indirecta de conseguir “la entrega” de los residentes a una conducta honorable, ha sido ejemplarmente puesta de manifiesto, muchos años después de clausurarse el centro, por Gabriel Celaya en las siguientes estrofas, que, además, evidencian el método empleado –el ambiente y el ejemplo- y, de forma más general, la pretensión reformista y el alcance de la Residencia de Estudiantes:

“¡Cuántas veces allí, señorito rebelde           ,
intenté suficiencias, procuré dar estado
a una estúpida furia y a un afán sin objeto!
Mas era inútil. Nada gritaba yo gritando.
Nadie me levantaba paredes, ni oponía
A cuanto yo pedía coerciones o engaños.

Nadie me restringía. Nadie me atropellaba.
Todo era en torno un orden tranquilo funcionando.
Y allí Del Río Hortega, y allí García Lorca
como locos, más siempre fijos en su trabajo.
Miré en torno y entonces sentí la gran vergüenza
de ser pobre diablo que hace gestos en vano.

No sé quien me ha enseñado. No sé como dictaba
a aquellos que llegaron sólo un poco más tarde,,
con baúl y raquetas, gramófono y dandismo,
esto que nos hacía limpios y responsables.
Se bebía en el aire. Se sentía en los otros.
Era mi Residencia como un mundo más grande.

¡Más grande! Y, sin embargo, sin gestos ni aspavientos,
como aquella sonrisa buida que flotaba
en ti, Moreno Villa; como en Llorca, menudo,
 humilde y laborioso, con su corbata blanca;
 o en Ricardo Orueta con su amor: La belleza
visible en el atleta de la última Olimpiada.

Había todo esto, y antes, la Prehistoria:
Pepín Bello, Dalí, Lorca, Buñuel y Prados:
Unos bellos excesos y una limpia locura
 que tras la primavera dio el fruto de un trabajo
cumplido sin pensarlo, vivido en la alegría
 que así, contra el vacío, disparó un amor vasto.

Hoy todo esto parece casi mitología.
Mas no es sólo un recuerdo, mi siempre España en alto,
 distinta la pobre que aún estamos sufriendo.
Porque eras tú, la indemne, posible, que he besado
y seguiré besando, pese a todo creyendo.
Colina de los Chopos, ¿hasta cuándo, hasta cuándo?
(…)
Recuerdo a don Alberto Jiménez Fraud, tranquilo,
 gobernándolo todo como quien no hace nada.
Recuerdo a don Miguel, y a Juan Ramón, y a Ortega,
y el susto que me daban si de pronto me hablaban,
y el interés humano que yo, estudiante equis,
en ellos despertaba, conmigo levantaban.

Sin sentir, nos armaron hombres y aquí seguimos
como nos enseñaron, durando contra todo,
llorando, mas también mordiéndonos los puños,
mordiendo mucha muerte mas clavando los codos,
 trabajando, mostrando que somos los de siempre,
y hablando por España como un oculto coro”



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