martes, 11 de diciembre de 2012

"El Grupo de los Alacres": Luis Buñuel

Luis Buñuel había llegado a la Residencia en 1917, frustrado su deseo, paralelo al de Lorca, de instalarse en París para estudiar música. Nacido el 23 de febrero de 1900, tiene entonces diecisiete años. "Cuando, antes de salir de Zaragoza, mi padre me preguntó qué quería ser, yo, que no deseaba más que marcharme de España, le contesté que mi mayor ilusión sería hacerme compositor e irme a París a estudiar en la Schola contorum. No rotundo de mi padre. Lo que a mí me convenía era una profesión seria, y todo el mundo sabe que los compositores se mueren de hambre".


En la Residencia desarrolla su accidentada carrera académica, matriculándose primero en la Escuela de Ingenieros Agrónomos: “Empecé a estudiar para ingeniero agrónomo. Por desgracia, aunque era el primero en Biología, me suspendieron en Matemáticas durante tres cursos consecutivos. Siempre me he extraviado en pensamientos abstractos. Ciertas verdades matemáticas me saltaban a la vista, pero era incapaz de seguir y reproducir los meandros de una demostración”. Posteriormente prueba suerte en la Escuela de Ingenieros Industriales, hasta conseguir dedicarse a una de sus aficiones mayores: las Ciencias Naturales. “El Museo de Historia Natural –escribe Buñuel- se levantaba a unas decenas de metros de la Residencia. Trabajé allí durante un año con gran interés, a las órdenes del eminente Ignacio Bolívar, el más célebre ortopterólogo del mundo por aquella época. Aún hoy puedo reconocer a primera vista muchos insectos y dar su nombre en latín”.

Sin embargo, esta dedicación se interrumpe rápidamente: “Después de aquel año, durante una excursión a Alcalá de Henares dirigida por Américo  Castro, profesor del Centro de Estudios Históricos, me enteré de que en varios países se solicitaban lectores de español. Era tal mi deseo de marcharme, que me ofrecí inmediatamente. Pero no aceptaban a estudiantes de Ciencias Naturales. Para optar al puesto de lector, había que estudiar Letras o Filosofía. Esto determinó un último y brusco viraje. Me puse a preparar la licenciatura de Filosofía, que comprendía tres ramas: Historia, Letras y Filosofía propiamente dicha. Opté por Historia”.


El caso de Luis Buñuel se presenta así como muestra significativa de la amplia y poderosas tutela que la Residencia de Estudiantes ofrecía, tutela que, traspasando los límites de sus edificios, podía extender su influencia hasta la orientación profesional y vital de los antiguos residentes. En esta ocasión, sin embargo, se quebró la línea tan cuidadosamente trazada, aunque la impronta de la Residencia ha sido reiteradamente reconocida por el propio Buñuel: aquel “mocetón atlético”, como le recuerda José Moreno Villa, “ ‘el gran loco’, que quiso estudiar entomología pero dedicándose exclusivamente a la gimnasia”, pondrá de manifiesto muchos años después su deuda con el centro residencial, más allá de su afición por el deporte: “Mis recuerdos de aquella época son tan ricos y vívidos, que puedo asegurar, sin temor a equivocarme,, que, de no haber pasado por la Residencia, mi vida hubiera sido muy diferentes”; y también señala, enmarcando, desde su evocación  de la Colina de los Chopos, las influencias más determinantes recibida en esa etapa: “En la Residencia de Estudiantes me encontré ante una elección inevitable. En aquella elección influyeron el ambiente en que vivía, el movimiento literario que existía en Madrid en aquellos momentos y el encuentro con unos excelentes amigos”. En la primavera de 1983 expresará su reconocimiento a Alberto Jiménez Fraud en los siguientes términos: “Puedo decir que a él y su Residencia le debo todo lo que soy”.


En la Residencia descubre la poesía –“bajo la influencia de su amigo íntimo Federico García Lorca, Buñuel entra en el mundo de la poesía, que ignoraba totalmente”, como recuerda él mismo-; allí se inicia en las representaciones teatrales –algunas fotografías famosas le muestran caracterizado de Tenorio-, quedando constancia de su participación junto a García Lorca, Carlos Martínez y Alberto Anabitarte, en “sesiones de ópera bufa” celebradas en “una especie de trastero de la Residencia, donde había un piano vertical antiguo”, y en prepara una representación de la obra de Tagore, Sacrificio, que no llegaría a realizarse.


En algunas de sus obras cinematográficas como El ángel exterminador o Un perro andaluz, fruto esta última, al igual que La edad de oro, de su amistad ocn Dalí iniciada en la Residencia, quedan plasmados recuerdos e impresiones de su estancia en la calle del Pinar. Respecto a la primera de ellas, explica Buñuel a Aub: “Cuando yo llegué a la Residencia no había sitio, y compartí el cuarto con Augusto Centeno. Él se levantaba antes que yo. Se lavaba en una jofaina azul y luego se peinaba. Pero sólo se peinaba por delante, nunca llegaba hasta atrás. Esto me ponía furioso, y de verdad lo odié. Hasta que un día se lo dije: ‘¡Pero péinate hasta atrás, marrano!’ Se quedó un poco estupefacto. Bueno, para que veas, la mujer que se peina en El ángel exterminador no está ahí más que como un recuerdo de esa escena de Centeno”.




De las múltiples interpretaciones que se han hecho de Un perro andaluz, incluida la posibilidad de que su título reflejase el hábito de un grupo de residentes -Dalí, Buñuel, Bello, entre otros- de llamar "perros andaluces" a los "artistas béticos" de la Residencia, siendo así la película "una biografía aplicable a muchos miembros del grupo, en su aspecto subconsciente y protoparanoico", cabe destacar la de Santiago Ontañón, que relaciona una de las escenas más conocidas con un sueño de Moreno Villa: según su versión, éste habría bajado un día a desayunar en el centro residencial "muy impresionado porque había soñado que con una navaja, afeitándose, se había cortado el ojo"; y tanto Ontañón como Alberti atribuyen al residente Bello "la teoría del carnuzo", esto es, buena parte de la inspiración general de la película, que reflejaría, en palabras del poeta, "muchas de sus ocurrencias divertidas y hasta geniales". Resulta también muy curiosa la anécdota narrada por Carlos Velo acerca de las hormigas que, recogidas en la Sierra de Guadarrama y enviadas con muchas precauciones a París, utilizó Buñuel en Un perro andaluz; los conocimientos entomológicos del joven cineasta, su solicitud de ejemplares de formica rufa al laboratorio de Bolívar, recuerdan nuevamente su etapa pasada en la Residencia de Estudiantes.



Luis Buñuel colaborará, aun después de su salida de la Residencia y estando ya instalado en París, en la organización y presentación de alguna sesión cinematográfica en la sede de los Altos del Hipódromo.

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