martes, 11 de diciembre de 2012

"El Grupo de los Alacres": Federico García Lorca

El primer contacto de Federico García Lorca con la Residencia de Estudiantes se produce en la primavera de 1919.  Curiosamente, la decisión de instalarse en el centro residencial dependiente de la Junta sustituye al proyecto inicial de ampliar estudios en Bolonia, probablemente en el colegio español de San Clemente: “Me tenían preparado-precisa el poeta en 1928- el que me marchara pensionado a Bolonia. Pero mis conversaciones con Fernando de los Ríos me hicieron orientarme a la ‘Residencia’ y me vine a Madrid a seguir estudiando Letras”.

El muy escaso interés de Federico García Lorca por los estudios universitarios, a pesar de las recomendaciones paternas, no se acrecentaría, desde luego, en la Residencia: su condición de estudiante universitario en la Facultad de Filosofía y Letras tiene, es obvio, una importancia secundaria en relación con la estancia en el centro residencial, que discurre por derroteros bien distintos a los reglamentados cauces académicos. Muchos años después, Jiménez Fraud recordará su primera entrevista con el poeta que nacido el 5 de junio de 1898, aún no había cumplido veintiún años: “y veo, sin embargo, claramente, la entrada en mi despacho de aquel joven moreno, de frente despejada, ojos soñadores y sonriente expresión, que veía a Madrid a solicitar su entrada en la Residencia”.



En el mes de noviembre de 1919, García Lorca sale de Granada para instalarse en Madrid y ocupar su plaza residencial concedida para ese curso. Se iniciaba así la prolongada vinculación del poeta con la Residencia de Estudiantes que, a pesar de verse interrumpida en múltiples ocasiones –“Él venía por temporadas, de un modo irregular”, escribe Moreno Villa. “A veces se quedaba un año entero”-, se prolonga durante casi una década. A lo largo de esos años, la Residencia constituyó un horizonte especialmente atractivo par García Lorca: “Pasaría largas temporadas alejado de ella, es cierto, especialmente en Granada- dice Gibson-, pero siempre que podía, volvería a la colina de los Chopos”. Ocasión y razón de amistades fecundas –“si Federico tenía entre los residentes numerosos amigos, el grupo que más frecuentaba era mucho más reducido y se componía principalmente de Emilio Prados, Luis Buñuel, Pepín Bello, Juan Vicens y Salvador Dalí. A partir del otoño de 1924 también formará parte del grupo Rafael Alberti, asiduo visitante de la Residencia aunque nunca viviría allí”-.



Su adecuación a la atmósfera residencial, en la que “ se movería como pez en el agua!, su identificación con el ambiente allí reinante, “ambiente del cual se empapa Federico a partir de 1919 y que tanta mella hace en su sensibilidad”, se hacen patentes, en opinión de Gibson, en numerosos poemas reunidos en el libro Canciones, de forma que esta obra “será, sin que se lo proponga el poeta, el mejor homenaje de Lorca a la Colina de los Chopos”. Muchos de esos poemas reflejan el “espíritu lúdico que animaba a aquel grupo de camaradas y de sus amigos, con sus reuniones de ‘la desesperación del té’, sus elegantes atuendos,  sus sesiones alrededor del piano, sus interminables conversaciones nocturnas y sus visitas a Toledo”. Y, estableciendo un paralelismo entre la características de tales poemas y las de la atmósfera residencial, añade Gibson: “Lo que llama la atención en primer lugar son el humor, la elegancia y la alada gracia de estos versos: elementos todos ellos que recuerdan el ambiente de la Residencia de Estudiantes”.


En la obra de García Lorca hay referencias concretas al centro residencial y dedicatorias a algunos de sus habitantes o a personas muy vinculadas al mismo que resultan expresivas de esa relación.  La relación establecida en la Residencia entre García Lorca, Dalí y Buñuel tuvo un importante alcance creador y artístico para los tres. Para explicar el influjo del superrealismo en los dibujos de García Lorca, Jorge Guillén apela a la estrecha convivencia del poeta en la Residencia de Estudiantes con Salvador Dalí e incluso son Luis Buñuel. Y la conocida contribución de Dalí a la puesta en escena de Mariana Pineda constituye una cumplida muestra de los resultados de esa amistad residencial.

Federico García Lorca, que en 1928 era ya considerado “poeta oficial de la Residencia” colaboró en la vida cultural de la Institución, impartiendo algunas conferencias y conciertos públicos, estimulando sus actividades teatrales, y, sobre todo, aunque más indirectamente, contribuyendo con su mera presencia a convertir la sede de los Altos del Hipódromo en el centro poético de su generación y, de forma más general, en un núcleo de fecunda actividad creador: “Su habitación de la Residencia -recuerda Luis Buñuel- se convirtió en uno de los puntos de reunión más solicitados de Madrid.”


Incluido en el grupo “alacre” de la Residencia, su “alma musical”, en la que “radicaba su poder, su secreto fascinador”, ejercía, según Moreno Villa, un fuerte atractivo sobre los residentes con la sola noticia de su llegada –“ ‘¡Federico sale de Granada, mañana lo tenemos aquí !’ gritaba alguien en la Residencia, como quien ve acerarse una alegre cabalgata sonora”- si bien, “no todos los estudiantes le querían. Algunos olfateaban su defecto y se alejaban de él”.
 


 Carta inédita que publica el País.

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