martes, 11 de diciembre de 2012

Anécdotas

Algunos residentes fueron partícipes de anécdotas "divertidas" que ocurrieron en la Residencia y por las cuales, el director tuvo que tomar soluciones especiales para esos comportamientos.

Alberto Jiménez Fraud tuvo que dar explicaciones con ocasión de "una faena de pícaros", realizado por García Lorca y Dalí con un "matrimonio sudamericano, personas de la diplomacia": "Discurrieron invitarlos -escribe Moreno Villa- para venderles un cuadro de Dalí por las buenas. Encargaron una gran bandeja de dulces a Lhardy, la mejor pastelería de Madrid, tomaron su té, platicaron y rieron mucho, entre alabanzas a la obrita que querían colocar. Pero los diplomáticos no picaban, como se dice vulgarmente. Y, entonces, García Lorca, con gran cinismo le dijo al señor: '¿No tendría usted en su cartera un par de billetes de cinco duros?' El señor sacó su cartera y los dos billetes. '¡Muy bien-exclamó Federico-, éste para Salvador y éste para mí! Y vámonos Salvador, que estos señores son unos pelmazos'. Los diplomáticos presentaron sus quejas al presidente de la Residencia".

La pintoresca visita que Buñuel realizó al Museo del Prado en compañía, según se indicó, de alumnos del Curso de Vacaciones para extranjeros obligaría también a intervenir al Presidente de la Residencia.
"Mañana, visita a El Prado con Luis Buñuel."
"Me siguió un nutrido grupo de norteamericanos, que no sospechaban la superchería, lo cual me dio un primer atisbo de la inocencia norteamericana. Mientras les llevaba por las salas del Museo, les decía lo primero que me pasaba por la imaginación: que Goya era torero y mantuvo funestas relaciones con la duquesa de Alba, que el cuadro de Berruguete Auto de Fe es una obra maestra porque en él aparecen ciento cincuenta personajes. Los norteamericanos me escuchaban muy serios, y algunos hasta tomaban notas. Pero unos cuantos fueron a quejarse al director"


Tampoco pudo permanecer impasible cuando el futuro cineasta "quiso hipnotizar al escribiente de la Residencia, que llegó a cobrarle miedo". Conseguí hacer dormir con bastante facilidad a numerosas personas- recuerda Buñuel-, en particular al ayudante del contable de la Residencia. un tal Lizcano, haciéndole mirar fijamente mi dedo. Un día me costó muchísimo trabajo despertarle".

No podría inhibirse tampoco el Presidente de la Residencia ante "una broma de tipo aragonés" de Buñuel- levantase a medianoche, llenar baldes de agua y echarla por las rendijas del cuarto donde estaban durmiendo Federico y Dalí, según el testimonio de Alberti.

Ni antes la aventura de la Cabaña en el desierto, narrada por García Lorca como la más divertida de las ideadas en el centro residencial: "Un día nos quedamos sin dinero Dalí y yo. Un día como tantos otros. Hicimos en nuestro cuarto de la Residencia un desierto. Con una cabaña y un ángel maravilloso (trípode fotográfico, cabeza angélica y alas de cuellos almidonados). Abrimos la ventana y pedimos socorro a las gentes, perdidos como estábamos en el desierto. Dos días sin afeitarnos, sin salir de la habitación. Medio Madrid desfiló por nuestra cabaña".

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